Las tentaciones de la rendición

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Materia gris es que, más allá del hilado fino del atado, de haber puede haber pensamiento en fofa sustancia. Y una vez ahí siempre hay manchas, y uno tiene la nariz encima, y aún dan ganas de seguir abriendo e hilando fino. Torsión de halos sobre abolladuras, segmentos tectónicos y matices; y de cerca también son manchas pero, diríamos, en las que ocurre de todo e hilando fino: pilas de qué cosa, rostros, niños, trozos y atauriques más cuánto más. Acercarse y abrir, ¿nos aclara o planta nuevas dudas? digo ya que en las sorpresas se cultivan nuevas sospechas. De lejos es más simple y al acercarse se va abriendo. Y cuando uno tiene la nariz encima todavía dan ganas de seguir abriendo. Algo dijo Leonardo. Quiero decir que este tipo de sorpresas promueve las sospechas. Un cuento por cada moco en el muro. Lo de Leonardo era: “unta la esponja en pigmento, arrójala contra la pared y he ahí todas las historias, las batallas». Eso tiene que ver. Pero también es darle la vuelta a una anécdota relativa al cansancio que le es propio al final de la jornada y las tentaciones de la rendición, tirar la esponja. Y entonces, ¿recién en los exhaustos restos de la renuncia se consumaría el triunfo de la imagen? ¿en el deshacimiento la composición? O solo es decir que de seguro se servía de una esponja para la sofisticada y paciente técnica del sfumato. Una esponja impregna y chupa de una a la vez como sí y no. Y decir que en el callar se dice suficiente no dice suficiente como para no volver a decir, así como nada dice tanto tanto como para no volver a decir, o dicho de otro modo, nada y silencio tienen sus ciertos vastos y agudos matices.

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Entre estas manchas de lejos todo es más simple, pero más simple no es cosa menor, sino que aún pesa en el espacio y dan ganas de acercarse, y alejarnos de otras, y se van abriendo y cerrando, y palpitan y dan ganas de acercarse y alejarse para todos lados con nuestra nariz. Y uno presta atención, puesto que la sospecha genera atención, y la duda se instala desde la primera sorpresa. Registros en los rastros y un cuento por cada moco en la pared. Y de lejos pasa de todo pero callado y de cerca también callado pero con muchas voces. Y luego eventualmente, uno deja de alejarse y acercarse a estas manchas y solo se aleja y se va a la casa o a otro lado, y luego idealmente, aunque en general es difícil o nos dura solo por ratos, uno se acerca y aleja a otras manchas por las que nadie da un peso, y prestando atención, da imagen a la imagen que hay, y así estruja implicancias a fuerza de extraer de lo informe un discontinuo pero vasto sentido que se conforma al pulso de la inmanencia. Y esto lo hace sentir bien a uno y sobre todo cuando es difícil tener un cuadro lindo y grande en casa.

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Pero, ¿por qué promover la rendición? Leonardo sí que jamás tiró la esponja, aunque en realidad de seguro que sí; o a lo más cuando se iba a acostar, puesto que no podía solo trabajar, sino que también tenía que irse a acostar de vez en cuando. Entonces cuando uno ya no puede trabajar, lo hace sentir bien a uno el simplemente tirar la esponja y solo ver de lejos. Rendirse a cierta hora de la noche, pero jamás abandonar. Salirnos con la nuestra mientras uno se rinde, está en la diferencia entre voltear y no voltear al tirar la esponja. La diferencia entre Leonardo acostándose amurrado y Leonardo acostándose con la visión de caballos y tropas marchando por los enarbolados senderos de una mancha en la pared, está en que volteó. Tirar la esponja cada tanto mas sin dejar de mirar lo hace sentir bien a uno puesto que llena de potencia a las pausas. Leonardo suena muy grande para decir esto en Chile pero desde lejos no es más que así mismo a su vez un moco notable en la pared. Gracias a este tipo de cosas uno puede callarse de vez en cuando y por un rato sentirse bien, o mirar moscas o mocos en la pared, y sentirse bien, o quizás no siempre bien pero seguro solo tranquilo (u ojalá), mientras se ve pasar toda clase de cosas, mas uno acercándose pero desde lejos, con la momentánea tranquilidad de saber muy bien que no pasa nada, aún y por mucho que en el fondo sea otro el cuento. Esto es lo que sería alejarse y acercarse de las y a las manchas, y con la edad de seguro que uno las verá cada vez más difuminadas y de lejos, pero alejarse y acercarse es, o sería quizás tener la nariz lo más hundida posible cuando de lejos todo no sea más que 2 o 3 manchas.

[Materia gris de Nicolás Franco, curada por Sebastián Vidal, en Sala Matta del Museo Nacional de Bellas Artes]