Alquimista

Para hablar sobre Laboratorio de color de Sofía Nercasseau hay que encontrar la forma mínima que encierra la amplitud de sus escalas: enunciar al menos un borde aunque sea fantasmal. Entre otras cosas, porque el camino se llena de cruces como si esta exposición fuera solo uno de los puntos de encuentro del laberinto o la arquitectura episódica de una actividad intransferible. Bajo esta mirada, los indicadores deben disponerse velozmente para actuar como marco simplificador. Nombraré algunas palabras que veo despuntar, a riesgo de perder de vista el rango que las articula −como ejercicio debe entenderse a la vez ficcionalmente a modo de descarte, así procede el pensamiento que se ofrece en caída−. Señales: color, alquimia, taller, oficios, transiciones, palabras, teorías, longitud de onda. Lo visible: la artista es una alquimista de sus ensoñaciones, trabaja con el presente y su mundo se conforma por falanges de avance en torrente; pruebas, ensayos, técnicas. Algo grande se pierde donde comienza lo nuevo, el punto de convergencia en salida. Hay una distancia concentrada en el movimiento que va de una mano que escarba la materia de las líneas temporales, hacia la otra mano, que direcciona aquello que ocurrirá como creación impensada o como transformación de lo estático. En un encuentro cuántico ambas comparten todo su poder.

Laboratorio de color de Sofía Nercasseau, curada por Francisca García en el Centro Cultural CEINA