CARDINALES DE TRAYECTO. SOBRE DONDE SE PARTEN LAS AGUAS

Donde se parten las aguas es un proyecto de arte impulsado por Amanda Hansen, Florencia Raffo, Clara Strabucchi y Fernanda Ureta que tiene como eje central el traslado en automóvil de quince obras de artistas jóvenes chilenas hacia la Costa Atlántica, con el objetivo de exhibirlas en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, y luego en Santiago de Chile en su momento de retorno. Este propósito envuelve en su desarrollo múltiples aristas, articuladas por una red de voluntades en confluencia respecto a una idea común: exhibir fuera del territorio nacional un recorte del arte local. Una suerte de toma de distancia en relación al lugar de origen a través de la inmersión en un contexto completamente nuevo. Como señalan las artistas: «consiste, principalmente, en un ejercicio de reconocimiento: es sólo mediante el desraizamiento de estos trabajos que se puede delimitar su pertenencia al arte chileno y, a la vez, sus encuentros con el arte argentino». Esta idea cardinal que da sentido al proyecto encuentra una síntesis visual, en términos fácticos, en la travesía al volante realizada por las cuatro artistas, que condensa en aquel desplazamiento todos los alcances, motivos y conexiones trazadas hábilmente por sus artífices.

El proyecto surge inicialmente como un viaje de vacaciones que decanta en la idea de exhibir en Buenos Aires, lugar donde Clara Strabucchi vivió nueve meses y al cual debía volver para recuperar una serie de esculturas personales hechas en metal que contenían agua en sus concavidades. Así fue como decidieron organizar una exposición y llevar obras de artistas coetáneas por quienes sentían admiración o afinidad. Lo primero fue conseguir sus portafolios y seleccionar las obras que participarían («un encuadre de aquello que teníamos nosotras al alcance», en palabras de Fernanda Ureta). De por sí la curaduría impuso limitaciones físicas inclaudicables debido a las condiciones de transporte: las quince obras debían caber en el vehículo que utilizarían para cruzar la cordillera, atravesar la pampa y llegar a la capital de Argentina. El título de la muestra apunta precisamente al vínculo territorial con el país transcordillerano: la frontera geopolítica de Chile y Argentina designa su punto limítrofe a partir del sentido que toma el caudal de las aguas desde las cumbres más altas de la cordillera de los Andes. Las variaciones de este paisaje montañoso y fluvial fue una imagen que se hizo patente para las artistas a bordo de la travesía.

La primera etapa de Donde se parten las aguas se llevó a cabo en Espacio Belgrado, ubicado en el centro de Buenos Aires y duró una semana. Las decisiones de montaje quedaron en manos de las artistas organizadoras, quienes disponían de tres días para esta labor antes de la fecha de inauguración −en aquel lapso tuvieron que cumplir diversas tareas, como conseguir televisores, limpiar vitrinas, pintar muros, instalar gráficas, ubicar y fijar las obras, entre otras−. El arribo de estos quince objetos de carga, sin embargo, tuvo que sortear varios obstáculos antes de alcanzar su destino. El viaje duró en total dos días con una escala en la ciudad de San Luis, donde pasaron la primera noche. En este trayecto, conducido por Amanda Hansen y Clara Strabucchi, la figura más latente para el grupo fue la de los camiones que compartían con ellas la inhóspita ruta que une a Argentina desde el oriente hasta el poniente (en sus prolongaciones más desoladas: una sola vía sin iluminación nocturna). Debido a la extensión del viaje y las circunstancias en las que se encontraban, el carácter de transporte de carga se hizo algo manifiesto. Pese a que se trataba de un tipo de productos de una naturaleza diferente, en aquella etapa los motivos parecían no marcar una diferencia sustancial dentro del contexto viario más allá de la escala de su medio de transporte. No obstante, la obra mayor −la experiencia extensiva y colateral del proceso que implicaba el proyecto− ocurría precisamente ahí, de manera permanente e implícita, puesto que todo dependía de un único movimiento de traslación; la obra también era el acto mismo del viaje.

Los elementos constitutivos que conforman la razón última de la muestra se hallaban cuidadosamente almacenados en la maletera del automóvil que las transportaba. Se trataba de obras acotadas, de formatos pequeños, de fácil traslado, plegables y desmontables, presentadas ante los controles fronterizos como escenografías de teatro para eludir su condición de “obras de arte”. En ciertos momentos del viaje las piezas debían ser descubiertas y el orden de carga desarticulado para atestiguar frente a la aduana o policías federales de qué se trataban estos objetos. Todos los pequeños obstáculos hicieron del trayecto algo más literario, en la medida que se jugaba la vigencia y el éxito del cometido. Desde las condiciones climatológicas, que les permitieron cruzar la cordillera entre el acotado espacio de dos cierres fronterizos causados por nevadas, hasta la serie de partes municipales cursados al interior de Argentina por no traer consigo un extintor vigente o no llevar los cinturones de seguridad abrochados. Una deriva que finalmente sobrevino tal como fue planeada más allá de todos los escenarios adversos e imprevistos. 

La condición autogestiva que dio forma a la exposición encontró un eco colectivo que le otorgó el soporte suficiente para alcanzar las expectativas que las cuatro artistas esperaban. Esta fuerza creciente vino dada tanto por la confianza y eficiencia de las artistas invitadas como por el entusiasmo de terceros que aportaron desde sus especificidades técnicas o materiales. Mientras aumentaba la incertidumbre por el cumplimiento satisfactorio de los objetivos del viaje, más seriedad adquiría la proeza del proyecto. Actualmente Donde se parten las aguas se encuentra en su segunda etapa, ya cumplido su trayecto de retorno por tierra desde el otro extremo del cono sur. Ahora en Santiago de Chile, algunas piezas serán sustituidas por otras, tomando ventaja de la libertad que otorga el no estar supeditadas a impedimentos físicos de traslado. La exposición que cierra el círculo de ida y vuelta tiene lugar en galería LOCAL Arte contemporáneo, inaugurada el viernes 10 de junio de 2022.

La selección inicial de obras buscó integrar la mayor variedad de disciplinas posibles y entre ellas se cuenta con la presencia de video, instalación, escultura, pintura, dibujo, arte sonoro y textil. Las artistas que forman parte de la colectiva son: Rosario Aninat, Yazmin Callejas, Ce Pams, Macarena Cuevas, Valentina Guerrero, Amanda Hansen, Valentina Maldonado, Paulina Mellado, Rocío Olivares, Florencia Raffo, Soledad Ramírez, Clara Strabucchi, Fernanda Ureta, Josefina Valenzuela y Catalina Zarzar. El proyecto a su vez contó con el apoyo de otros artistas, marcas y sellos editoriales, que aportaron en las estrategias de recaudación de fondos para el viaje y arriendo del espacio. Finalmente, cabe señalar que las esculturas dejadas por Clara Strabucchi en Argentina no se encontraban en las condiciones esperadas. Por razones de conservación estas fueron roídas y consumidas por el óxido, volviéndolas inservibles. Si bien en torno a ellas se encuentran las causas remotas de todo lo que se generaría más tarde, su existencia se convirtió en una suerte de motivo inconsciente y transformador que reformuló las circunstancias de lo posible: en su lugar se gestó algo que bien podría no haber sucedido −de no haber estado latentes las voluntades que le dieron cabida− y que relativizó la pérdida de aquellas esculturas metálicas de forma definitiva.

Diego Maureira