Notas del lazarillo extraviado

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En la abandonada mina La Africana de Pudahuel no pillaremos a Goethe hilando baba frente a unos pocos capiteles corintios descabezados entre la hierba, pero sí quizás a cimarreros que se vuelan bajo el alterado ozono de reventados violetas que luce el atardecer santiaguino: pinganillas que arrojan piedras a maquinarias monumentales y radian demorados en su intoxicación. Por su tendencia polutiva a aconcharse en el valle central, nuestra región acostumbra a ser tildada de cenicero, o ya sea por su amorfa expansión, apodada “la mancha de aceite” entre urbanistas.

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De los lodazales secos de esta mina que se ubica saliendo por San Pablo[1], esta serie de ensambles y cuajes de pulsante corrosión que presenta Alonso Bello en Galería Animita, son arrastre de sus paseos por la zona, en una versión del peregrino asceta que se hunde en el bosque buscando claridad en su extravío. Más hemos de señalar entre estos motivos, que si bien una cosa sería recoger una rama para llevarse el paisaje[2], otra muy distinta es pasar a la exhumación reanimatoria de este, dando lugar a verdaderos mamuts industriales y objetos gorgoteantes que se espectran vacuamente, y en los que avistáramos cuanto brota al fondo de nuestro abismal meollo, a la siga de aquel lugar en el que todo se acoge sin distinción: sitios llanos que gozan de cielo como ninguno, y dulce comida para gusanos que desdeña a los nombres de las cosas.

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¿Cómo leer la derivación lingüística de “Lázaro” a “lazarillo”? Digo, del que vuelve de la muerte a quien guía a los ciegos. Una proposición sería: cuando se guía a un ciego, se retoma brevemente la propia vida.

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En una excursión de campo enlatada, la presente muestra ha sido contemplada como un homenaje de paso a la figura del poeta Rodrigo Lira (1949-1981) y su manifiesta predilección por el fofeo de aceite para motores S.T.P., marca que comparte su sigla con la del transporte público de Santiago, maquinarias que movilizan a las almas en pena de este feliz purgatorio. Razón por la cual hemos revuelto entre los trozos del puzle que es su poema homómino[3], cincelando el aire para enunciar que:

¿Supones tal vez poseer sentido, tiempo, permanencia…? / ¡SÓLO TENDRÁS PIEDRAS! / Sólo tendrás piedras: simientes / temblorosamente pétreas. / ¿Sabrás tomar pulir separar trozar pulimentar / Simples terrestres piedras / Solitarias, tiradas por / Serranías, tundras, playas…? / ¿Superarás todo? ¿Puedes saber todo? ¡Por supuesto!: Todo: / Primero. Segundo. Tercero. Pronto / sinceramente, te prometo: / surgirás triunfante, prometeico… / sonriente, trémulo, pacífico.

[1] Véase en Las cartas a los romanos de San Pablo, la revelación de San Pablo al caer del caballo.

[2] Véase La rama dorada de James George Frazer.

[3] Es Ti Pi, Rodrigo Lira. Proyecto de Obras Completas, Coedición MINGA/CAMALEÓN. Publicado póstumamente por Enrique Lihn y otros amigos de Lira en 1984.

 

[S.T.P. de Alonso Bello en Galería Animita]