Este sagrado momento

Además, ahora con la bomba atómica, nada de eso importaba en realidad.

Blue Jeans (1958), Jacques Rozier

 

Fue como entrar a una cueva donde el brillo de las estalactitas destellaba. A pesar de carecer de la penumbra y el clásico olor a sulfuro y humedad que las caracteriza, se distinguían en el entorno los característicos amasijos angulados que dotan de relieve a semejantes espacios. Quizás más que a una cueva, se parecía a un subterráneo o a un club, esos donde los asistentes van para entregar sus cuerpos al ambiente, donde las carnes se entrelazan creando paredes de piel que abrazan y absorben a todos quienes entran. Pero que sus formas monstruosas no te engañen.

De aquí, se desprenden seres blandos, tiernos como carne joven, que se mueven resplandeciendo entre la oscuridad. Algunos se desvanecen en el vapor listos para volver a surgir una y otra vez, en alguna otra forma o en algún otro lugar. Otros, por el contrario, caen como cáscaras de naranja y forman paisajes semejantes a las costras de la luna, extendiéndose a lo ancho del panorama visual. Sea como sea, en ellos estalla el impulso por rebasar los límites, vivir en múltiples cuerpos y acercarse al sol sin miedo a quemarse en el intento. Tienen entre sus manos el poder del tiempo y de la destrucción y nos enfrentan diciendo: ¡No te atrevas a quitarme este poder! ¡No te atrevas a perturbar este sagrado momento!

Hay en las obras de Iván Reyes una facultad de entrega que asocio a la juventud. Las criaturas que en ellas aparecen, encarnan una certeza liberadora que se va perdiendo con el paso del tiempo, con la planificación del mañana que se asocia a crecer. Y si bien crecer es doloroso, también es hermoso. Que te muestren el dolor ajeno te vuelve a reblandecer la carne, te hace consciente de lo que has absorbido para ser quien eres y a partir de qué has conformado tus límites.

Los dibujos de Reyes nos muestran el tiempo y fragmentos de tiempo, sin embargo, no es un tiempo que avanza; es tiempo congelado. No me gusta la palabra ‘avance’ porque se asocia a la superación. En este caso sería mejor decir que sus obras “muestran un tiempo que resurge”, o que “se mueve en loop”. Quizás, sería más acertado decir que nos muestran las posibilidades de volver a surgir, una y otra vez, de entre el enorme jardín de las cenizas que hemos dejado atrás en los intentos por configurar quiénes somos.

[Jardines de ceniza de Iván Reyes en La Chispita (CDMX)]