Arrasará el cielo con todas las cosas

Los dos sabemos de sobra que nuestros corazones

son grandes y que en ellos a veces resuenan las

risas de los otros eso nunca nos ha importado

en la teoría pero en la práctica siempre es diferente.

Un corazón grande no ocupa más que un puño

y ahora los suyos están cerrados aunque estratégicamente escondidos bajo la mesa

Luna Miguel

El cielo tallado

hay algo en tu puño.

Padecemos y estaremos vivos

al tratar de amor.

Lamentablemente no puedo decir mucho de las pinturas, cuadritos tizientos, pastelones acuadrelados. De apariencia piedra Rosetta, de función imantadas. Evidencias de desesperación, de tus manos tiritonas (me dirijo a ti) tiritonas no sólo por pincelar, no solo por agitar en el aire la doll. En conclusión: miradas extremadamente agotadas a estas alturas… (ambas alturas, de alto y de tiempo) deja las manos tuyas, tiritonas. Como de nervios. En este caso pedazos de cielo, capturas. Aquí yace la necesidad imperiosa, la urgencia de consolidar tal estado en el que te hayas. En lamentos, aunque prefiero pensar que en suspiros, porque a diferencia del primero, los suspiros pueden ser dirigidos, direccionables. Incluyen 2 personas como mínimo. El lamento flota, el suspiro fluye.

Pudiste reproducir un cielo en atardecer, inclusive despejado, pero en cambio tus cielos (si es que te pertenecen, si es que la pintura permite la apropiación de algo) son explosivos, o mejor aún, son el resto de esta.

Tu cielo se compone (porque no lo compones tú) a pedazos, pero recortado con tijeritas, como quién no quiere pasar a llevar el contenido dentro. Como cuando se separan las capas del papel, y se asoma un borde suave como de algodón, como peluseado. Como la alfombra carreteada de corazón, como podría ser un corazón carreteado (pero no zamarreado, en este caso no se reconoce violencia) carreteado como el de todos, menos como el de los inocentes. Porque los inocentes pueden perdurar, trascender una época de vida. La inocencia no se asoma por medio del recurso “videojuegos”, la inocencia se asoma (mejor, conquista*) cada objeto cotidiano. Es esta inquietud tuya, que se hace palpable, pinturas con textura, “cúmulos de pastel”.

¿Qué tan indefenso quedamos?

Narrativas y personajes que no conozco, que no pretendo conocer, y entre palabras y frases, ambiguas y directas. Acabo de decir por qué. Mirada en menjunje de celestes y de lilas y de morados de rosas pasteles. De limpio, de campo. Ahora tienen sentido los pedazos.

Si el enamoramiento es un periodo de tiempo, ¿qué hacer para conservarlo?  Porque cuando se sostiene en la palma una cosa, no sólo se posee, sino que también se siente su masa. ¿Cuánta masa tiene este cielo? Imagina que tienes en tu mano una naranja, una bola, una piedra… ¿qué se lanza, qué se come? La mano se tiene que vaciar, la mano tiene otras muchas cosas más que hacer. Te imagino tallando aquellas arcillas, riesgosamente en tu palma, riesgosa y tontamente, el enamoramiento es este estado: condiciones externas, creación de espacios, el momento más creativo diría yo, porque la imaginación se acelera, anda y anda, anda a agarrarla. A ver, inténtalo.

Se compone el muro con pedazos de cielo, y no lo compones tú, porque ese sentimiento excede. Excede a todxs.

*Cobijo: tirarse en la alfombra mirando la tele comiendo cereal.

Continúo; la composición de estos cuadros en el muro se asimila a los brillitos que deja el balanceo de una varita (entiéndase puntitos en movimiento ascendente, menor a mayor saturación). Tu entiendes porque es un gesto propio.

Arrasará el cielo con todas las cosas.

Aun así, no se podría navegar, porque la pintura es solo pintura. Como cuando pintan una casa antigua: reluciente y craquelada. Yo siento que estos objetos que expelen lo que todxs compartimos en alguna ocasión, algo más allá que algo químico/biológico. Aquí estamos en sueño, el que no puede ser despejado, colmado de imágenes, y aun así insuficientes. Como si desarraigarnos de la tierra, como si lo sólido (de la arcilla, o lo que sea tal material) nos quitara algún peso de responsabilidad sobre nosotrxs mismxs.

Y conflictúan así, nuestros mejores años (sí, generalizo) nuestros años de niñez, con el incipiente tiempo de enamoramiento. Cobijados de tierra, de guata, de frente a la pantalla.

Y yo no entiendo muy bien por qué cité un fragmento de Luna Miguel al inicio… será que el puño, la palma, lo abierto y cerrado de la mano, condicionan algo que tiene que ver con el objeto externo, el anclado. Esa es, la piedra es tu ancla, entre ensoñaciones y el vuelo compartido, que si es compartido nos ayudará a sobrellevar lo que venga. Y resuena:

“Un corazón grande no ocupa más que un puño

 y ahora los suyos están cerrados aunque estratégicamente escondidos bajo la mesa”

 

[Entre nubes y lamentos de Daniel Guajardo curada por Martín López en Merkado Gris]