luego duermen

Rápidamente el asunto de los perros se sale de control. Los perros brotan como jaurías en las contradicciones del corazón. Para cada asunto irresuelto uno o dos cachorros andrajosos. Un ladrido sordo en medio de la noche comparte su refugio.

No se permiten animales pero es todo lo que hay. Mirar hacia las polaridades en las costumbres de la vida vuelve las cosas indistinguibles. Algún perro maltratado o alguno minusválido tiene aún sacudidas de cola por gastar, en lo que sigue. Lo que el estado de las cosas no contempla es lo que no deja de estar ahí. Nada más veloz que la amistad de un perro.

Necesitamos ayuda para salvar a los pares. En algún otro rincón, el tiempo no transcurre en el ahora. Se indica: muere devorado por los perros, en referencia a un amor y la no correspondencia. Te ladran en la oreja, pero las vibraciones dejaron de viajar por el campo hace siglos. Los perros callejeros en cambio caminan la noche, nadie puede sentir como ellos. Sus pasos están conectados con la rugosidad del camino, así saborean lo perecedero.

¿Qué se agolpa en sus cuerpos alumbrados por el cielo? Acorralan a la presa entre vehículos y callejones. Una presa que desapareció del planeta, pero digamos que todavía no lo saben, no hasta que se agote el sabor de su pelaje agrietado en los colmillos profundos. Le das tu cariño a un perro y la estirpe te regala su alma. Hay mucha vida para regalar. Las ecuaciones del deseo no tienen relación con la mancillada convivencia humana.

Para los perros la ciudad tiene forma de tempestad. Y ellos viven por saber cómo golpea el viento en la cara. Le sonríen al vacío, asoman la nariz en los sueños, beben de una espuma incolora. Es su olfato más valioso que las maravillas de la ingeniería. No creen en mitos. Te miran extraño, acompasan la ruta de las sombras, conocen la materia de su hábitat, no hablan idiomas inventados, luego duermen.

Diego Maureira

Texto de exposición Luego duermen de Natalia Godoy y Antonia Teillery en Espacio Matta