shadowboxing
Flota como una mariposa, pica como una abeja.
Muhammad Ali
Los pintores tenemos que tomar la posta de otros pintores. Es una suerte de maldición que viene con este material milenario. Pero si uno toma la posta de otros pintores podríamos pensar que en algún lugar del corazón de la pintura está el tomar prestado, sólo para luego alquimizar ese gran amor que impulsó el préstamo en primer lugar.
Conozco a personas que tienen libreros llenos de libros prestados; libros que son tan preciados para ellos que es casi como si fueran propios. El otro día hablaba por teléfono con una amiga, y luego de ausentarse por un momento, volvió para decirme que su hijo estaba soñando que le molestaba su mano de pirata. Me puedo imaginar lo molesta que él sentía esa mano.
Parece que nuestros sueños fueran capaces de rearticular pequeños pedacitos de lo que deseamos, o lo que nos da miedo, o lo que derechamente nos genera incomodidad. Es como si el inconsciente tomara algo prestado de un lugar, para luego situarlo en otro. Esto, sin regulación, por supuesto. Y para algunas personas, la fuerza de ese nuevo lugar se trasvasija a la realidad cotidiana, y no requieren de estar soñando para evocar ese estado. Cuando los boxeadores dan golpes en el aire, ¿quién está ahí? Ese baile con el vacío es sólo un ejercicio; el shadowboxing se define como tal. ¿Pero qué habita ese lugar?
Cuando un ajedrecista juega contra sí mismo, deben ficcionar que hay alguien al otro lado del tablero, un oponente tan real como él. Ese oponente debe tener los ojos pardos, quizás haga un sutil movimiento con la ceja derecha al enrocar. Es posible que sea hijo único y que su madre haya sido profesora de un colegio rural en la juventud. A lo mejor la soledad impulsa estos inventos, pero mientras más fuerza tenga esa imagen, más complejo y real podrá ser ese partido. Tengo certeza de que Ali realmente canalizaba una abeja y una mariposa, así como el hijo de mi amiga llegó a habitar el cuerpo de un pirata.
Cuando tomamos algo prestado, nos movemos de un punto a otro, así como cuando agarramos rápidamente un pincel para barrer la gruesa pasta amarillo limón que está reposando sobre la paleta. Cuando llegamos al otro lado y barremos la tela con esa pasta fresca, nos salimos con la nuestra, pero luego de haber tomado el riesgo de rozar con esa realidad, de explorar dentro de ese espejo, de canalizar nuestros sueños y deseos, y esto lo hacemos con tanta convicción que esa performance resulta ser tan real que se siente como la frenada que da el cuerpo luego de estar en caída libre en un sueño.