Desbordando los márgenes, rompiendo durezas
Desde la gran y antigua ventana se ve erguido el Monumento a los Pueblos Indígenas, una masa de roca que busca representar la valentía del pueblo mapuche a través de elementos como una semilla, una punta de flecha y un rostro indígena. Símbolos que intentan resumir su identidad y mantenerla estática en el tiempo. El monumento está instalado en la esquina sur-poniente de la Plaza de Armas, en el centro de la capital. Al retroceder unos pasos, la vista se aleja y la ventana se transforma en un gran cuadro, uno más de los que yacen colgados en los muros. En una de las esquinas, abajo y pequeño, aparece el monumento, ahora está dentro de la exhibición.
En el límite de la plaza y con el monumento enmarcado en este cuadro-ventana, cuatro artistas mapuches dialogan abriendo espacio a sus intimidades, exploraciones y tradiciones históricas y personales, constelando sus obras bajo el acto y significado de teñir. Pürümün es el nombre de la muestra curada por Seba Calfuqueo, que invita a sumergirse en las reflexiones contemporáneas de quienes hoy portan la voz de aquello que la gran roca de la plaza busca simbolizar.
La experiencia inmaterial que se alberga en cada artista se expande por medio de exploraciones cromáticas y materiales, hilvanando cuestionamientos e historias, como los recuerdos de Catalina Soto Curaqueo, quien conserva entre pliegues de muselina la historia de sus abuelos y tensiona –desde su fragilidad– las narrativas oficiales. La transparencia de su pieza Condenada de la memoria levita contigua a la exploración pictórica de Katerina Quintulem, quien elabora lienzos translúcidos y los pinta con pigmentos otorgados por el territorio de Melipeuco, rescatando colores de la corteza del ciruelo rojo, del maqui y del nogal. En cada una de sus piezas se pueden apreciar vacíos que delatan la fragilidad de su creación, zonas donde el color se desvanece, como ofrendas visuales que resguardan una conexión vital con la tierra.
Osvaldo Guineo se une a esta conversación a partir de la recuperación del linaje textil del pueblo mapuche. Por medio del Kelwgo –telar posicionado de manera horizontal– abre espacio a las tradiciones silenciadas por la colonización, luego de haber trasquilado su propia materia prima y creado pigmentos a partir de plantas locales de su territorio. En cada una de ellas se visualiza el entramado de detalles y sutilezas, tejiendo un diálogo cada vez más imprescindible y que, al parecer, el monumento de la plaza ha contenido entre sus grietas. Entre ellas aparece el atardecer, aquel momento en el que brota del cielo el brillo de las estrellas y Eduardo Rapiman rescata las preguntas sobre el orden estelar, buscando comprender el sentido de orientación y experiencia en esta tierra. Sus piezas geométricas y contenidas de fulgor, abrigan desde el segundo piso estas voces latentes de herencia, todas en conjunto pulsando, vibrando, dándole un manifiesto contemporáneo a la gran roca que yace en uno de los límites de Plaza de Armas, desbordando los márgenes de lo institucional y lo visible.
En su conjunto, la exposición es una invitación a descolonizar la mirada, reconociendo en cada color y material el eco de una herencia latente que se continúa tejiendo y tiñendo. Estas cuatro voces dinamizan lo estático del monumento, traen al presente y a este punto de la ciudad conversaciones que movilizan y le dan calidez a su dureza.
[Pürümün de Catalina Soto Curaqueo, Osvaldo Guineo, Katerina Quintulem y Eduardo Rapiman en Espacio 218, curaduría por Seba Calfuqueo]















