No temas a que las cosas desaparezcan

Flotando en la sustancia

Espinas en la espalda

Sumergidos ya muy hondo

Sumergidos en el fondo

Tú y yo

«Beso con baba», Meth Math con Dinamarca

¡Ah, qué decepción! Con cuántas de todas esas formas de adivinación a las que te has entregado has quedado realmente satisfecha. Ya he perdido la cuenta de todas las veces en las que me has contado que tras lanzar monedas, escoger cartas, sumar números y prender velas esperando lo mejor, el futuro que te es descrito termina por hacerte llorar. Insistes, una y otra vez, en transaccionar tu dinero, tu intimidad y tus secretos sin siquiera dudar. Quien sea que te recite cánticos futuros logra prender en ti esa pequeña chispa juguetona con la que te proyectas una vida mejor, un poco menos aburrida, un poco más valiosa. Pero, ¿cuánto dura en ti ese voltio de energía que te permite seguir soñando?

Llegas a la esquina esperando cruzar, solo para encontrarte del otro lado con una poza sucia que queda como residuo de la lluvia. Irritada y un poco triste, el sol sobre tu cabeza te recuerda que es primavera y que el clima es impredecible, al igual que tu humor. Miras esa poza oscurecida en la que se asoma barro y uno que otro elemento irreconocible por la suciedad. Papeles, comida, quién sabe. Qué más da. Al asomarte, tu cara aparece entre medio de ese medio ambiente en el que descubres un insecto dando sus últimos aleteos. Tu cuerpo, convertido en agua turbia, destella en el agua mientras el viento y el sol lo deforma. Aaaah, qué bien se siente desaparecer. Mezclarse con el agua y con el sol.

El espejo fue inventado para ver cuerpos donde no los hay, para proyectar su imagen temporalmente. Nos permite desdoblarnos de manera evanescente. Sin embargo, en una aparente resistencia, hemos inventado a lo largo de la historia diferentes medios para fijar las imágenes que se desvanecen frente a nosotros: la pintura, la escultura, la fotografía y tantos otros más. Por el contrario, la obra que Rosario Aninat presenta en PROXY nos parece decir: no temas a que las cosas desaparezcan. Esto significa entrar a un espacio en donde el tiempo parece arrastrarse un poco más lento, examinar el entorno de manera pausada y bajar los ojos para reconocer la susurrante comunicación entre las partes y las texturas que la componen. De la obra que hoy se erige en 550 mañana sólo quedará una mancha oscura en el tapapolvo, un rasguño de movimientos en la pared y el recuerdo que logre anicharse en nuestros cuerpos.

[PROXY de Rosario Aninat en 550]